Salen del cubículo, van a un curso de formación y ¡oh milagro! Existe vida más allá de la oficina, del comercio, del aula universitaria, del instituto. Y según van aprendiendo se dan cuenta de todo lo que pueden aportar a otras personas o a otros negocios. Se dan cuenta de que valen muchísimo más de lo que jamás se pudieron imaginar. Creen en ellos, en sus posibilidades. Y ante ellos se abre un nuevo horizonte lleno de esperanza.
Las palabras “Soy capaz de…” y “¿Porqué no?” surgen como espoletas en el cerebro cuando alguien nos hace ver, sentir y creer en la magia que todos llevamos dentro.
Para eso es necesario que la formación recibida sea mucho más que conocimientos. Trabajar una actitud crítica, muy crítica y positiva ante la vida es lo mejor que puedes hacer con un alumno, compartiendo éxitos y fracasos, reales, propios y ajenos. Esto supone para el profesor un gran esfuerzo de empatía, reciclaje y superación continua que, lamentablemente, escasea en escuelas, institutos y universidades públicas.
Afortunadamente, algo está empezando a cambiar, aunque el sistema aún no está preparado para ello. Tengo muchos colegas que comparten esta visión y realizan ese esfuerzo. Y muchos alumnos que aprecian y practican lo aprendido más allá del aula. A todos ellos gracias.
Por cierto, a mí también me pasó en su día. Tuve la suerte de encontrar una profesora, una maestra, que me cambió la vida. Y por eso ahora me dedico a la formación y a la consultoría, para motivar e intentar que cada uno de mis alumnos descubra y trabaje en aquello que le hace feliz.
¿Has tenido tú esa suerte?