Sábado, 28 de marzo. Una imagen insólita. Casi de ciencia ficción. El Papa Francisco rezando en mitad de la plaza de San Pedro. Solo. Protegido de la lluvia por una marquesina imagino que levantada para la ocasión.
Está impartiendo la bendición Urbi et Orbi; preside un rezo mundial contra la pandemia que el sábado ya se ha cobrado la vida de más de 26.000 personas.
El resplandor de la lluvia sobre el suelo, la plaza de San Pedro más gris que nunca y casi se escucha el sonido de las gotas caer como fondo a las plegarias del Papa. La única calidez de la imagen proviene de la tarima sobre la que reza el Santo Pontífice y de su atuendo blanco.
Ni la mejor serie de ciencia ficción hubiera ideado una fotografía como esta. La soledad de un hombre que representa un credo y que se niega a impartir su bendición a refugio porque sabe que con ese gesto está dando esperanza y ejemplo a muchas personas. En este enlace puedes ver la galería de imágenes espectaculares que publicó La Vanguardia.

Este Papa siempre me ha caído bien. Independientemente de los gestos que ha tenido con los más desfavorecidos, que ha concedido entrevistas a la TV donde ha argumentado con valentía sus convicciones (podemos estar de acuerdo o no pero las ha defendido bien), que ha destapado y condenado la pederastia caiga quien caiga.
Y además, me ha parecido un gran estratega de Comunicación y un maestro del Marketing. Sus apariciones, comentarios y su cercanía han mejorado algo la imagen de la Iglesia Católica que con los tiempos que corren buena falta le hace.