Mi hijo de 8 años tiene la habitación atestada de juguetes, imagino que como otros muchos niños de su edad. Tras la llegada de Papá Noel y los Reyes Magos, los juegos, libros, cerámicas, pinturas, pelotas y trastos varios se amontonan en las estanterías de su habitación dispuestas tal y como él ha querido.
Él es responsable de ordenar su habitación. El elige dónde guarda sus pertenencias y cómo las clasifica, siguiendo una lógica aplastante desde su punto de vista de niño pero difícil de entender para un adulto.
Y en ese maremagnum de juguetes hay una estantería prácticamente vacía.
¿Sabéis para qué se ha reservado ese espacio?
Para sus diplomas, medallas y reconocimientos varios.
Mi reacción inicial como madre que ve cómo los trastos se desparraman por doquier alrededor de una estantería vacía fue la de intentar hacerle comprender que podía aprovechar mejor ese espacio y su respuesta me dejó sin palabras
«Ese hueco lo reservo para todos los diplomas, trofeos y medallas que voy a ganar. Ahora tengo pocas pero ganaré más».
Y la estantería poco a poco se va llenando de diplomas y medallas por participar en pruebas deportivas, en marionetas, fiestas de la urbanización, etc. Y si no nadie le da diplomas, él mismo se los inventa como un reto personal. Por ejemplo, ha creado un libro de pesca con la foto de su primer pez y espacio para poner muchas fotos más de los que pescará en el futuro.
Sabe lo que quiere y ha guardado espacio para ello. Aunque aún no lo tenga, se enfocará en conseguirlo.
Hasta aquí la historia. Y ahora…¿qué hacer con este aprendizaje?
¿Qué quieres conseguir para tu estantería personal?
¿Dejas hueco suficiente para ello?
2 Comments
baldomero
09/01/2016 at 10:27Se ve que tu nene tiene madera de triunfador y de emprendedor. Sugestiva reflexión en este post. Mi hijo, como el de casi todos en nuestros días, tiene juguetes por toda la casa. En sus estanterías, desde luego. Pero lo que más gracia le hizo a él y a dos amigos hace unos días fue una gran caja de cartón que nos sirvió de punto de partida para jugar al escondite. Dos horas sin parar. Quedaron olvidados aviones, coches, patinetes, motos… Y me trae a la memoria cuando en mis tiempos de niñez hacíamos largos trenes con latas de conserva unidas por una cuerda. ¡Así es la vida! Y que esos diplomas se hagan realidad.
Lola García
12/01/2016 at 21:00Qué buena visión la de tu hijo y que estupendo aprendizaje para los mayores. La verdad es que los niños son sorprendentes. Tomo nota de sus palabras y de ese espacio para reservarlo para colocar todos los logros, objetivos cumplidos, y momentos de celebración. ¡¡¡Buen aprendizaje!!! Muchas gracias Marisa por compartirlo.